Por primera vez desde hace tiempo me he sentido bien corriendo. Puede que sea porque el calor ha bajado un poco, y ahora no cuesta tanto respirar. O porque haya recuperado ya la forma tras el parón obligado a causa de males varios. Pero el caso es que al final del recorrido he vuelto a ir rápido y he llegado entero.
Y eso que la primera parte del camino era durilla. Pero como llevaba tiempo sin subir hasta lo más alto de la sierra de Hoyo, me lo he tomado con calma. El detalle curioso ha sido que en las primeras cuestas, cuando empezaba a coger ritmo, me he cruzado con un conejillo que ha esperado tranquilamente a que le hiciera una foto.
Una vez en cuerda de la sierra he podido disfrutar de las vistas. Con Madrid al sur, perdido en la neblina veraniega provocada por el calor, Y las montañas de Guadarrama al norte, de color violeta por la luz del anochecer.
Al no haberme fundido en la subida (he tardado unos cinco minutos más de lo normal), la bajada la he podido hacer brincando con alegría. Corriendo entre las encinas y los alcornoques recién pelados para sacarles las planchas de corcho.
El resto del recorrido era muy cómodo, y he podido correr rapidito (teniendo en cuenta que la velocidad es relativa). Tomando un sorbo de vez en cuando he conseguido llegar casi fresco. Con las piernas no muy cansadas y los pulmones agradeciendo el frescor de la noche.
Tras esta salida creo que me voy a animar a irme a la sierra de verdad, a ver si me pierdo un poco entre los bosques de pinos o por las cimas peladas. Todavía tengo ganas de recorrer la corona del río Moros, pero antes tengo que estar seguro de que puedo aguantar la distancia y el desnivel. Ya veremos cómo me siento la semana que viene.
18,04 km (11,21 millas)
656 m
2h 13 min (8,14 Km/h)
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