En la última salida del mes he aprovechado para subir una vez más a la sierra de Hoyo. Con el cielo cubierto por nubes de tormenta, que han dejado cuatro gotas a primera hora de la tarde, la temperatura era muy buena para correr. Al menos teniendo en cuenta el calor que ha estado haciendo estos días.
La subida la he hecho un poco más rápida que la última vez. Tenía ganas de ver si de verdad había recuperado la forma, y he ido con un paso demasiado alegre. Pero lo malo es que he forzado un poco, y eso siempre se paga al final.
Lo mejor cuando se corre por montañas es tomarse con mucha calma las subidas y coger velocidad en las zonas llanas o cuesta abajo (si no hay demasiadas piedras). Porque cuando apretamos cuesta arriba, aunque sea un poquito, la relación entre lo que ganamos de tiempo y el cansancio que acumulamos no sale a cuenta.
Así que en la bajada he ido con las piernas cansadas y el ritmo pesado. Disfrutando por lo menos de las vistas, con los nubarrones dando un poco de dramatismo al paisaje. Es curioso como en la parte más alta de la sierra todavía se pueden ver algunas florecillas (clavelinas sobre todo), mientras que abajo lleva todo seco desde hace semanas.
Al final, he llegado al anochecer, con la luna llena saliendo sobre el horizonte. Terminando más cansado de lo necesario, pero contento por poder aguantar de nuevo tiradas un poco largas. A ver qué tal se me da la cosa en las montañas del norte.
21,39 km (13,29 millas)
816 m
2h 42 min (7,92 Km/h)
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