Salir a correr por la tarde, con más de treinta grados a la sombra, quizás no sea la mejor idea. Los demás te miran como si estuvieras loco. Parece que a esa hora todo el mundo descansa a la sombra, pero el caso es que durante el recorrido me crucé con otros dos corredores (uno de ellos haciendo series). No tenemos ninguna señal especial para saludarnos, pero un simple gesto sirve para reconocer a un compañero de aventuras: tu quoque.
Mi temperatura perfecta para correr está entre 10º y 15º. Así que con este calor lo normal es que vaya arrastrándome con la lengua fuera. Pero, a pesar de todo, noto que ya he recuperado un poco la forma. Aunque sigo yendo igual de lento, por lo menos no termino reventando, ni con las piernas cansadas.
El caso es que me lo tomé con mucha calma. Subiendo hasta el cerro de la Lechuza para disfrutar del paisaje, y volviendo por el arroyo Peregrinos. Aunque ahora las cascadas y los arroyos sólo conservan el nombre, ya que no hay agua desde hace semanas.
Los árboles están empezando a notar la falta de humedad, y muchas encinas tienen ya ramas con las hojas secas. De hecho, por los caminos de este vallejo se pueden ver los esqueletos de muchos árboles que han ido muriendo en años de sequía extrema. A ver si este verano no acaba con los que quedan en pie.
16,03 km (9,96 millas)
405 m
1h 58 min (8,15 Km/h)
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