La zona que mejor conozco de toda la sierra es la falda sur de la Najarra y el Hueco de San Blas. Pero hace mucho que no corría por ahí. Así que esta salida me ha servido para ponerme al día de los pequeños cambios que se van produciendo en el monte con el paso del tiempo.
Para empezar, los caminos que han ido abriendo durante los últimos años las cabras monteses que viven en la zona. Cuando empecé a triscar por la sierra, estos bichos habían desaparecido hacía tiempo en estado salvaje. Pero hace unos 25 años empezaron a reintroducirlos. Y ahora el problema es que hay demasiados.
Además, tampoco es que hayan vuelto realmente a ser animales silvestres. De hecho, me he cruzado con vacas más desconfiadas que la mayoría de estas cabras. Te miran pasar a pocos metros, y la sensación es la de estar delante de un rebaño de ovejas.
El problema es que, como no tienen depredadores, las cabras están arrasando con todo. Pero es lo que tiene eso de querer manejar la naturaleza a nuestro antojo. Aunque a veces sea con las mejores intenciones, las cosas no suelen salir como esperamos. Realmente todo es más complicado de lo que parece.
Por lo demás, la zona ha cambiado relativamente poco. Todavía sigue siendo difícil subir por la cara sur hasta el collado de La Najarra. Así que, una vez más, he tenido que tirar campo a través y trepar un poco entre las rocas.
Luego he aprovechado el sendero que recorre Cuerda Larga y he subido hasta la cumbre. Desde ahí, tan sólo quedaba bajar hasta el puerto de la Morcuera y rodear La Najarra por la pista que desciende por el pinar.
Aunque para evitar cansarme demasiado las piernas corriendo por un firme tan duro, me he desviado por la zona que se quemó hace muchos años. Desde allí hay un pequeño sendero que baja hasta el valle entre el bosque, donde he visto varios arrendajos y las inevitables palomas torcaces. En definitiva, un verdadero placer que ha merecido la pena el madrugón.
21,90 km (13,61 millas)
1.195 m
3h 23 min (6,47 Km/h)
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