Lo malo de las salidas vespertinas es que si echas a correr demasiado pronto, todavía tienes la comida en plena digestión. Mientras que si se sale muy tarde, te puedes quedar sin luz. Esta vez, el problema ha sido que me he puesto a trotar temprano.
Así que he ido despacito, a ver si bajaba la comida. Y viendo que no iba a llegar muy lejos, he aprovechado por lo menos para indagar un poco por caminos nuevos. Dejando de lado el bosque de eucaliptos (que era mi primera opción) y bajando hasta las granjas de Casa del Monte.
Durante el recorrido he aprovechado para hacer unos cuantos amigos: un burrillo curioso, que se ha acercado a ver si llevaba algo de comer, unas terneras de ojos grandes y muchas vacas que me miraban desde los prados. Además, en una de las cabañas me salido ladrado un perrillo mestizo al que he debido caerle en gracia, porque me ha acompañado luego buena parte del recorrido.
Por lo demás, el camino no ha deparado grandes descubrimientos. Entre que el ritmo era lento y he tenido que volver antes de lo previsto, no he podido llegar muy lejos. Y como el cielo estaba encapotado, tan sólo he visto colores vivos en las florecillas que crecían a los lados del sendero.
1h 29 min
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