Último día de lluvia y niebla, antes de que llegue una semana de frío (lo más duro de este poco duro invierno que estamos teniendo). Y con este tiempo tan gris y somnoliento, en el que parece que nunca llega a hacerse de día del todo, mi cuerpo ha estado también a medio gas.
Por lo menos he disfrutado del aire libre y de la llovizna que caía de vez en cuando. Con un recorrido por el valle del arroyo Peregrinos, subiendo al final al Cerrulén y dándome una vuelta por el cerro de la Lechuza (medio perdido entre la niebla).
En esta zona he visto unos cuantos buitres volando entre las nubes. Y viéndoles me he preguntado cómo harán para volar en esa zona de la sierra con una niebla tan espesa. A lo mejor se aprenden de memoria la orografía de sus territorios para poder moverse en días como estos.
La vuelta la he hecho por el senderillo que termina en las cascadas. Que ya bajan con agua, pero todavía nada atronador ni espectacular. Luego por la vía directa hasta casa, donde me esperaba otra media horita corriendo en buena compañía.
Estos epílogos (o a veces prólogos) de mis recorridos solían ser a un ritmillo tranquilo. Pero es caso es que mi compañera de carreras cada día está en mejor forma, y hoy me ha llevado con la lengua fuera. A ver cuánto soy capaz de aguantar el ritmo de las nuevas generaciones.
2h 20 min
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