Esta semana de fiestas esparcidas me ha permitido correr un poco más de lo habitual. Por eso mis salidas matutinas cortitas se han quedado en dos. Y además por la misma zona. Podría parecer algo escaso y monótono, pero lo cierto es que han merecido la pena.
Para empezar por el tiempo. Porque no hay nada que cambie más el paisaje que el sol, la lluvia o los cielos nublados. Así, la primera salida fue un continuo trote acuático. Después del domingo de tormentas generalizado, el campo escurría el agua que le sobraba por senderos y veredas.
Da gusto ver cómo está ahora el campo. Porque como el agua ha venido acompañada de un tiempo relativamente templado, todo ha reverdecido. Y además siempre es divertido terminar lleno de barro.
Dos días más tarde hice el segundo recorrido bajo un sol naranja velado por una ligera neblina. Con una luz que te dejaba parado con la boca abierta ante cada panorama (cosa que siempre viene bien para recuperar un poco el aliento).
El suelo, la hierba, los arbustos y las piedras todavía pingaban agua, así que volví a terminar como si me hubiera caído en un charco. Nada que no arregle una buena ducha al final del recorrido.
Lo único malo (o bueno, depende de cómo se mire) es que las duchas sólo tienen agua fresquita. Así que después de correr empiezo el día con las pilas cargadas. Primero por haber corrido una hora. Y luego porque, después de una ducha fría, las cosas sólo pueden mejorar.
Lo de ducharse con agua fría es una promesa o algo?? 😄
ResponderEliminarNo. Pero creo que el polideportivo de Torrelodones ha ingeniado el mejor sistema para ahorrar agua en la ducha: fría en invierno y ardiente en verano.😄😄😄
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