Decía el maestro René Lavand que no se podía hacer más lento. Para
luego darse cuenta de que sí, quizás sí que se podía hacer más lento. Y eso que
no me conocía.
El caso es que no le puedo echar la culpa ni a la nieve (más
testimonial que otra cosa), ni al frío (en torno a los cuatro grados), ni al
viento (fresquete y con rachas de 30 kilómetros por hora). Y lo peor de todo es
que he ido todo el rato con sensación de cansancio.
Pero ha merecido la pena, porque correr por el campo me ha puesto las
pilas. Un día de esos para que los vientos del norte se lleven los malos
humores mientas paseamos (o casi). Un placer que te hace sentir más vivo que
encerrado en casa.
En resumen:
- Un día precioso de invierno: sol, frío, viento y algo de nieve.
- Poca vida animal asomaba hoy la cabeza. Tan sólo he visto algunas huellas de conejos, zorros y liebres en las zonas con nieve.
- Ya que me desplazo de un lado al otro con el frenesí de los glaciares, por lo menos he aprovechado para sacar alguna foto. Aunque a este paso terminaré pudiendo pintar acuarelas.
14,18 Km (8,81 millas)
330 m
1h 32 min (9,25 Km/h)
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