Habían anunciado un día perfecto para correr, y así ha sido. Con
fresquito para la época y con un cielo que se iba llenando de nubes según
avanzaban las horas (al final ha terminado lloviendo por la tarde).
Teniendo en cuenta lo anunciado, he salido más tarde de lo normal, con
ganas de ir tranquilo y disfrutar del camino y con una idea vaga de por dónde
iba a tirar. Idea que ha ido cambiando sobre la marcha dependiendo del capricho
del momento y de las fuerzas.
El primer quiebro sobre lo previsto ha sido al bajar la espina del
Cerrulén hasta la carretera de La Coruña. Un camino precioso que ha terminado
medio mal al perderme entre matojos cerca de la Nebrija. Y eso que entre la
hierba había quien le había querido poner puertas al campo.
Después de callejear un poco por La Berzosa he bajado hasta
Torrelodones, y luego ha llegado el segundo cambio en el programa. Como me
sentía bien de fuerzas, en vez de subir por el arroyo de Trofa he decidido
acercarme hasta el Pendolero.
Al ritmo que llevaba, la subida no ha sido dura. Pero el agua se
acababa y no quería terminar deshidratado. Menos mal que, más allá de unas
cabras que sesteaban en medio del camino, he encontrado una fuente con un
hilillo que me ha permitido rellenar la botella.
Al final ha llegado el tercer giro, y he subido hasta las Viñas. Para
lo que quedaba, he decidido correr hasta agotar las fuerzas. Me han dado para
terminar dignamente en un recorrido que ha terminado siendo un poco como el
monstruo de Frankenstein. Un poco raro, pero entretenido.
En resumen:
- A pesar de que no ha hecho calor he terminado quemándome. Y menos mal que he pillado un par de fuentes por el camino, porque sin agua no hubiera podido aguantar tanto.
- Además, sólo he llevado un par de barritas. Poca comida para esta tirada, pero no estaba previsto que se prolongara tanto.
- Poca fauna reseñable. Y respecto a las plantas, destacan ahora las madreselvas. Con tantas flores que se descubren antes con el olfato que con la vista.
40,07 Km (24,90 millas)
803 m
4h 34 min (8,78 Km/h)
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