Un día de calor que terminó en tormenta. De hecho, parece que fue el día más caluroso del año. Así que, cuando por la tarde el cielo se fue cubriendo de nubes oscuras y amenazadoras, se agradeció mucho. Y eso que al final todo se quedó en más ruido que nueces.
Llover, lo que se dice llover, no llovió mucho. Cuatro gotas mal contadas. Pero correr bajo un cielo negro y amenazador, con ráfagas de viento fresco, fue toda una experiencia. Sobre todo después de un par de semanas de cielos despejados y calor reseco.
Quizás por eso el ritmo fue más alegre de lo normal. Por eso y porque el recorrido es de los más sencillos y llanos de los que hago últimamente. Un paseo tranquilo con poco desnivel y caminos amplios, en los que es fácil ir rápido bajando hacia el arroyo de Peregrinos (que sigue sin agua).
Lo malo es que ya se nota de verdad que el sol se pone cada día antes. Salí pensando que tendría tiempo de sobra para volver con luz y terminé a oscuras saltando con precaución entre las piedras del camino.
12,41 km (7,71 millas)
249 m
1h 13 min (10,20 Km/h)
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