Aunque el temporal de nieve de los últimos días está terminando, parece que el frío se va a quedar con nosotros (y puede que sea peor todavía). Hoy la cosa estaba suficientemente fresquita. Y no tanto porque el termómetro haya bajado mucho, como porque la máxima que hemos tenido ha sido muy rácana. La temperatura ha estado todo el día entre uno y tres grados bajo cero. Y si le sumamos el viento, lo cierto es que hacía un tiempo perfecto para poner en práctica mis consejos para correr en invierno.
Realmente lo que complicaba más el trote eran las placas de hielo que había debajo de la nieve. Así que lo más importante era ir con cuidado, dando pasitos cortos y sin prisas. Además, el suelo estaba duro como el cemento. Lo que no supone ningún problema si la superficie es lisa. Pero los caminos campestres suelen estar llenos de surcos y agujeros traicioneros.
El viento tan sólo molestaba en la primera parte del recorrido, pero luego la sierra de Hoyo ha servido de pantalla y ya sólo había que preocuparse de los resbalones.
A pesar de lo que pueda parecer, salir con este tiempo realmente merece la pena. Es la única forma de ver el campo como no solemos verlo nunca. Los caminos más trillados y los paisajes domesticados de cada día desaparecen para convertirse en zonas salvajes. Y, además, en la capa de nieve recién caída es posible ver las huellas de conejos, zorros y jabalíes.
Y para rematar bien la cosa, cerca ya de casa me he cruzado con un verderón, que aunque suelen pasar casi desapercibidos esta vez la nieve del campo hacía que sus colores brillaran como nunca.
21,76 km (13,52 millas)
463 m
2h 22 min (9,19 Km/h)
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