Un día de esos en los que salimos a correr para matar el gusanillo, pero sin intención de realizar ninguna hazaña. Tan sólo queremos trotar un rato por caminos conocidos, disfrutando de lo que el campo nos quiera ofrecer. En este caso, un paisaje habitual de finales del otoño. O casi.
Es cierto que los árboles están ya casi todos sin hojas, pero el resto no concuerda con la imagen típica de la estación. Para empezar sigue sin haber agua. Faltan la lluvia, las tormentas, los caminos encharcados y los arroyos cantarines (que ahora se consumen en tristes pozas). También se echa de menos el viento. Al menos para completar el cuadro, porque yo personalmente no soy un fanático de los vendavales.
Y la temperatura sigue siendo demasiado templada para las fechas. Hace más de un mes ya había algún romero en flor, un poco confundido por el calor del sol. Pero ahora están todos compitiendo por atraer a las abejas, que siguen saliendo en masa a disfrutar de esta primavera adelantada. O verano atrasado. O lo que sea.
1h 56 min
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