Un recorrido que llevaba tiempo metido por ahí al fondo, en alguna parte de mi cabeza. Y como el tiempo sigue sin hacer caso del calendario he aprovechado esta mañana de domingo sin partidos de baloncesto (cortesía de la federación y del puente) para quitarme la espina.
Lo bueno de correr en esta época es que puede volver a disfrutar del alba sin tener que hacer excesos. Así que a las ocho empezaba a trotar desde una Jarosa todavía totalmente solitaria y tranquila. La temperatura era tan buena que he optado por ir en pantalón corto (aunque los guantes no me los he quitado en ningún momento).
Para la ida he optado por subir siguiendo el sendero que serpentea por el barranco de los Lobos. Una opción que uso mucho, ya que se puede llegar hasta el collado de la Carrasqueta sin demasiados problemas. Además, el camino no suele estar demasiado transitado.
Desde el collado tenía por delante una larga bajada hasta el embalse de la Aceña, a los pies del pueblo de Peguerinos. El senderillo, que se interna en el bosque de pinos, pasa por en medio del campamento de Peñas Blancas. Todo un clásico de la zona.
En esta vertiente de la sierra, la temperatura era bastante más baja que en el lado madrileño. El campo estaba todo cubierto de escarcha y, en algunos sitios, las praderas parecían nevadas.
La vuelta desde Peguerinos la he hecho por el valle que sube al refugio de la Naranjera. Un sitio precioso y aislado que termina en unos prados que se extienden al pie de grandes peñascales. Desde el refugio tocaba bajar hacia el valle de Cuelgamuros y seguir la pista de vuelta al coche.
Un gran recorrido que me ha permitido disfrutar de los extensos pinares de la vertiente segoviana de la sierra. Una zona que, aunque está muy cerca de Madrid, permanece aislada porque las carreteras para llegar dan un rodeo muy largo. Así que se ha convertido en un verdadero paraíso para los escasos paseantes y ciclistas que lo recorren.
3h 24 min
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