La primera salida del año ha servido para neutralizar un poco los efectos de la Nochevieja. Aunque ha costado salir de la cama después de haberme acostado tarde, lo cierto es que luego se ha agradecido eso de correr al solecito. Y en la más absoluta soledad. Debe ser que todo el mundo estaba todavía bajo los efectos del champán.
El caso es que con el cuerpo que tenía la cosa no estaba para irse por los cerros de Úbeda. Así que el recorrido ha sido facilito: ida y vuelta hasta las cascadas, corriendo por el valle del arroyo de Peregrinos.
Con el mismo ambiente de los últimos días: calor en las partes soleadas del camino y con el campo helado en las umbrías. Notando como cruje el suelo con cada pisada. Y tratando de no resbalarme al cruzar las piedras cubiertas de hielo que hay al lado de los arroyos.
Además, las zapatillas que llevo ahora tienen la suela demasiado lisa porque están pensadas para correr por asfalto. Esto es un problema o una virtud, según se mire. Por un lado hay que andarse con ojo en terreno resbaladizo (por barro, hielo o lanchas de piedra lisa), pero por otra parte eso mismo nos obliga a correr con un paso más contenido y con atención justo en los sitios en los que es más importante mantener el tipo.
A ver si este año hay suerte y puedo hacer eso mismo: mantener el tipo. Porque como a estas alturas el cuerpo ya no da para mucho más, por lo menos que podamos seguir corriendo y disfrutando del campo. Aunque sea a un ritmo cada día más pausado.
14,63 km (9,09 millas)
330 m
1h 33 min (9,44 Km/h)
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