Nada mejor que terminar la semana con una carrerita por el campo, disfrutando de la puesta de sol. En ese momento en que el calor empieza a disiparse con la luz del día. Y como la semana había sido dura, lo que apetecía de verdad era ir tranquilo para admirar el color de las plantas y de las montañas a la luz dorada del atardecer.
Las flores se han ido alternando desde el final del invierno a la hora de abrirse. Los pétalos de las jaras ya se han vuelto amarillos y se caen arrugados con la menor brisa. Y aunque todavía quedan romeros en flor, ahora les toca el turno a otras especies. Como las digitales, los gamones o las cañarejas.
Pero lo que sigue destacando todavía en el campo son las flores moradas del cantueso. En las laderas en las que las matas crecen juntas, el resultado es espectacular. Además, esta vez me he encontrado con una rara avis: un ejemplar de cantueso blanco. Es la primera vez que veo uno albino. Y lo más curioso es que eran blancas tanto las brácteas (los falsos pétalos de la cima de las inflorescencias) como las diminutas flores de verdad.
14,73 km (9,15 millas)
320 m
1h 33 min (9,50 Km/h)
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