Una salida al atardecer para romper un poco el fin de semana. Bajando por el arroyo de Trofa hasta los Peñascales y subiendo luego por el palacio del Pendolero. Con senderos que se abren paso entre las jaras y que permiten ver el campo de cerca. Y a una hora en la que la luz del sol saca la magia hasta del paisaje más ramplón.
Una de las cosas que estoy notando últimamente es que corro mejor cuando tengo el estómago vacío. Vale que son sólo un par de horas, y que si hiciera un recorrido más largo me quedaría sin fuerzas. Pero el caso es que así siento el cuerpo más ligero (lógicamente). En cuanto a la bebida, con el fresquete que está haciendo estos días no es necesario llevar agua para el camino.
Durante el recorrido, de la parte vegetal, que es la que más llama la atención ahora, se pueden destacar las primeras siemprevivas abriendo sus flores. Y las aulagas, que todavía conservan las suyas. También se pueden ver aún madreselvas y gamones, cañarejas y digitales. Y las primeras clavelinas y hierbas de Santiago.
En cuanto a la fauna, nada especial. Aunque hay muchos animalillos que siempre nos acompañan y que por eso mismo nos cuesta más fijarnos en ellos: rabilargos, urracas, palomas torcaces, gorriones, mirlos, estorninos, lavanderas, pinzones... Además de un par de conejillos cruzando el camino a la media luz del anochecer, y unos cuantos caballos en el Pendolero.
18,31 km (11,38 millas)
385 m
1h 56 min (9,47 Km/h)
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