Las montañas de la sierra del Guadarrama suelen ser muy poco originales en cuanto al nombre. Abundan las peñas del Águila y hay varias Cabezas Medianas, Peñotas, Telégrafos y Barrancas. Pero en mi último recorrido he pasado por dos picos con denominaciones muy sonoras: Cueva Valiente y Cabeza Líjar.
Lo malo es que a veces se llama a un monte de una forma, por alguna razón especial, y luego se olvida porqué surgió el apodo. Y encima los nombres evolucionan. Aunque, en estos casos, nuestra imaginación suele inventar una historia adecuada para explicarlo todo de nuevo. Así que, a estas alturas, saber realmente por qué se llaman así estos dos picos es imposible.
Pero el caso es que tenía ganas de subir desde hace tiempo a Cueva Valiente (o Prueba Valientes, o Peña Valente, o lo que sea). En mis idas y venidas desde el collado del Hornillo a San Rafael había visto muchas veces a lo lejos la cicatriz del senderillo que serpentea por la ladera oeste.
Y ese ha sido mi camino. Directo a la cima del monte por una trocha realmente empinada. Aunque viendo lo que venía, me lo he tomado con calma desde la salida. Que había que reservar fuerzas para luego. El caso es que en poco más de seis kilómetros he llegado a las peñas que marcan la cima.
Desde aquí, tocaba bajar hasta el collado del Hornillo para acometer la segunda subida. Un recorrido que ya he hecho varias veces, y que tiene una pendiente mucho más suave. Aunque es un poco más bajo que Cueva Valiente, lo cierto es que desde el mirador de Cabeza Líjar las vistas son mucho mejores. Con las dos Castillas a nuestros pies.
Para volver he bajado al collado de la Gasca, tirando luego un rato por en medio del bosque hasta que me he encontrado con otra pista que terminaba en donde había dejado el coche. En definitiva, un recorrido cortito pero intenso, que ha merecido realmente la pena.
15,80 km (9,82 millas)
907 m
2h 12 min (7,18 Km/h)
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