Hoy me apetecía correr por senderos pequeños y medio perdidos. El campo está tan bonito ahora que es una lástima observarlo desde la lejanía de una pista forestal. La única forma de disfrutarlo de verdad es sumergirnos entre las peñas, las matas y los árboles. Y descubrir a cada paso una flor nueva, un insecto extraño o una cría de corzo escondida entre la hierba.
Como no tenía claro que recorrido hacer, he salido de la Jarosa por el primer camino que me ha llamado la atención. Un tramo bien marcado al principio, un cortafuegos después y un sendero empinado y retorcido al final, me han llevado hasta el collado de la Mina.
Desde allí he decidido recorrer el trazado del GR 10 por el cerro de la Salamanca, el del Palanco y el de la Carrasqueta, para bajar luego hacia Cuelgamuros antes de regresar otra vez a la Jarosa. Un recorrido perfecto para disfrutar de las vistas. Y de las florecillas pequeñas y apretadas que crecen en los prados de la cresta.
Durante todo el rato he me he ido cruzando con corzos. Unos más cerca y otros más lejos. Pero una de las veces en las que me he parado un momento a hacer una foto, justo en un tramo campo a través, de pronto he descubierto al guardar la cámara con que tenía una cría de corzo a mis pies.
Es su forma de reaccionar ante las amenazas. Mientras sus padres se escapan a saltos entre las matas, las crías pequeñas se acurrucan en el suelo, escondidas entre las hierbas sin moverse, con la intención de pasar desapercibidas. Y vaya si les funciona el truco.
A esta la he descubierto realmente por casualidad. Porque además el pelaje y las manchas blancas la ayudan a camuflarse. De hecho a unos metros ya casi no se la podía distinguir. Así que la he hecho un par de fotos rápidas y la he dejado tranquila. Que además se me echaba el tiempo encima y tenía que volver a casa a hacer la comida.
17,75 km (11,03 millas)
905 m
2h 22 min (7,50 Km/h)
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