Otra vueltecita por la sierra de Hoyo. Y todo porque al salir de casa me he notado con ganas. Lo que a veces puede ser un arma de doble filo. Porque al sentir las piernas fuertes durante los primeros pasos nos podemos creer que todo el monte es orégano, y terminar arrastrándonos con la lengua fuera.
En la subida he ido disfrutando de las vistas. Y de la compañía de un grupo de buitres que volaban muy bajo sobre la peña del Buho. A pesar del sol que luce estos días, lo cierto es que tampoco calienta demasiado. Así que se les tiene que hacer difícil a estos bichos encontrar corrientes de aire ascendentes para coger altura.
Como esta vez no tenía que volver deprisa (aunque sí corriendo) para hacer la comida, he aprovechado para indagar un poco por el camino. Pequeñas entradas entre los matorrales que nunca antes había seguido o senderillos paralelos que atajan esquinas. Nada realmente nuevo, porque por desgraciada a estas alturas ya no me quedan caminos desconocidos cerca de Hoyo.
Durante la bajada he creído notar el principio de un posible tironcillo en un gemelo, así que he bajado el ritmo. Una excusa como cualquier otra para recuperar el resuello y saborear una mañana realmente espectacular.
2h 4 min
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