Esta mañana la lluvia nos ha dado un pequeño respiro, así que he aprovechado para subir a Cabeza Líjar. Un recorrido sencillo en el que de lo que se trataba era de disfrutar del campo y chapotear un poco en los charcos del camino.
Lo cierto es que, con esta primavera pasada por agua, estoy aprovechando mucho esas viejas zapatillas que siempre suelo reservar para los días con más barro. No tanto porque me dé pena manchar las nuevas, como por el olor que se les queda cuando se mojan. Y que me convierten en un marginado social (con razón).
Pero no seré yo el que se queje de la lluvia. Porque lo cierto es que corro mucho mejor con el ambiente fresquito y húmedo. Y el verde de los prados casi nos hace creer que estuviéramos en el norte. Así que, por mí, que siga lloviendo. Al menos de vez en cuando.
El camino de ida y vuelta desde el embalse de la Jarosa hasta Cabeza Líjar no tiene más misterio. Una larga subida por senderillos hasta la cima. Una zona de travesía por el cerro de la Salamanca hasta el collado de la Carrasqueta. Y una bajada casi tan larga como la subida por las laderas del valle de la Jarosa.
Un recorrido bonito y entretenido en el que se puede disfrutar de las vistas, de los sonidos del pinar, de la soledad del campo y de los charcos. Porque al final, cuando llevamos ya los pies mojados, lo mejor es chapotear alegremente como cuando éramos niños.
2h 35 min
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