Las flores han inundado el campo. Primero fueron los jaramagos los que
hacían que los prados parecieran amarillos de lejos (y a veces, también de cerca). Pero ahora son plantas de diferentes colores y tipos las que lo cubren
todo como una alfombra: margaritas, dientes de león, viboreras, nazarenos,
malvas… Y los arroyos tapados por una capa de ranúnculos.
Al menos ir viendo el campo tan bonito me ha compensado de la sensación
de cansancio y pesadez que me acompaña desde hace unas semanas cada vez que
corro. Y el caso es que no me puedo quejar del tiempo. Hoy había 20º con el
cielo medio nublado y viento ligero. Nada comparado con la que se avecina.
Durante casi todo el recorrido he tenido que seguir el camino principal
en vez de corretear por los prados de al lado, como suelo hacer. La hierba, las
espigas y los cardos están ya tan altos que la sensación de correr campo a
través es la misma que cuando se hace por la nieve. Hay que levantar mucho las
piernas, dar los pasos más cortos y nunca sabemos de verdad dónde vamos a poner
el pie.
Además, al correr con la hierba a media pierna terminas con las zapatillas llenas de pajitas y restos vegetales (que tienden a clavarse) y con los muslos acribillados por las barbas de las espigas.
En resumen:
- Con el campo en su mejor momento y con el cuerpo tan descacharrado, la próxima vez que salga estoy por llevarme el cuaderno de dibujo o la cámara réflex. Total, no voy a ir mucho más lento.
- La fauna hoy ha sido prolífica: milanos, abejarucos, un ánade real. Y alcaudones, que parece que este año abundan.
13,57 Km (8,43 millas)
154 m
1h 29 min (9,15 Km/h)
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