Lo bueno de correr rematadamente mal, sin ritmo, ni fuelle, ni aguante,
y con las piernas flojas, es que, a partir de ahí, tan sólo nos queda mejorar.
Y así ha sido esta primera mañana fresca de otoño.
Las primeras lluvias de la temporada han dejado el campo con olor de
hierba y tierra mojada. Si se pudiera envasar este olor, lo pondría en un
estante junto con el del pan recién hecho y el de una barbacoa en su punto.
Al pasar entre las plantas de siempreviva, su aroma llenaba el aire. Lo
bueno de estas matas, arbustos, hierbajos y árboles raquíticos que dan vida al
paisaje castellano es que, en cuanto caen dos gotas, todo es agradecimiento.
Ha sido un placer correr temprano por estos campos quebrados, con el
aire fresco y el cielo cargado de nubes. Y encima mejorando mi marca del
recorrido (no hay nada como poner el listón bajito para darse una alegría de
vez en cuando).
13,58 (8,44 millas)
319 m
1h 20 min (10,19 Km/h)
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