Diez años por caminos que van a dar a la mar

Cantaba Gardel aquello de que veinte años no es nada, así que imagina sólo diez. Y, sin embargo, en esta década todo ha dado muchas vueltas. Tantas que a veces me parecen vidas anteriores, como las de aquellos que creen en las reencarnaciones.

Correr a ciegas

Salir a correr esta semana ha sido difícil. No ha hecho frío, ni viento, ni ha llovido. No he estado cansado, ni en baja forma. Pero me ha faltado luz. No me importa salir a correr de noche, pero no disfruto cuando la oscuridad me rodea al regresar a casa después de trotar durante una hora.

Ojos que no ven

Después de haber estado unos cuantos días sin correr hoy he vuelto a salir al trote a primera hora. Muy poco tiempo ha pasado para que el campo haya cambiado. Al menos en esta época del año, porque el primavera, la naturaleza se transforma casi de hora en hora.

Recuperarse

Según pasan los años hay dos cosas que vamos perdiendo los corredores. La primera es la velocidad, incluso los que no la tuvimos nunca. La segunda pasa al principio desapercibida, pero terminan siendo más insidiosa.

Largo recorrido

Por fin he vuelto a poder hacer una salida larga. Aunque teniendo en cuenta la mala forma de mis piernas haya sido larga en tiempo y no tanto en distancia. Una subida a la sierra de Hoyo por la zona de la peña del Águila, en la que me he ido reservando cuesta arriba para conservar fuerzas.

Corredores nocturnos

Estos días, cuando salgo a trotar antes de que amanezca, me estoy cruzando con muchos corredores. Como yo, van por los senderos sin preocuparse por la velocidad. Es la mejor época del año para verles, y no porque estén preparando una maratón precisamente. Son pequeños sapillos de la especie Epidalea calamita (o Bufo calamita, según otras versiones).

Sierra de Hoyo

Con los senderos pasa un poco como con los amigos. A veces dejamos de verlos durante mucho tiempo, pero luego la alegría es mayor cuando nos reencontramos con ellos. Así, disfrutamos de nuevo caminos que hicimos nuestros en su momento a fuerza de trotarlos de arriba a abajo, pero que luego el azar los alejó de nuestras rutinas.

Un pequeño ensayo

Esta semana ha habido un par de días en los que el otoño ha probado un poco sus fuerzas. Así que he salido a correr con viento del norte, nubes lejanas y algo de frío. Me he puesto ya manga larga e incluso guantes.

Cerro de la Lechuza

Primer día realmente fresco de esta nueva temporada. Todavía no hace frío, pero el viento nos ha traído un poco del norte a casa. Sin lluvia, pero con ganas ya de comenzar a sacar la ropa larga del armario.

La soledad del corredor al alba

Ahora que ya salgo a correr de noche, y me pilla la primera luz trotando por esos montes, disfruto de la soledad más absoluta. Y del silencio del campo, en una estación en la que ni los animalillos quieren romper la quietud del alba.

Vuelta al Pendolero

Normalmente prefiero hacer recorridos en los que la primera parte sea cuesta arriba. Así, para cuando el cansancio aparece, tan sólo tengo que dejarme llevar por la gravedad de vuelta a casa. Ya lo dice la sabiduría popular: cuesta abajo, hasta las piedras corren.

Los sentidos de nuestra infancia

De todos nuestros sentidos, a los que más importancia solemos dar al mirar al pasado son la vista y el oído. Con lo que vimos y escuchamos en su momento construimos nuestros recuerdos. Aunque en las historias que tejemos con ellos normalmente la "verdad" va quedando poco a poco reducida a un poso poco fidedigno.

La luz se mueve

Esta última semana ya he notado de verdad que al sol le está costando madrugar. Cada día salgo con más noche pegada a los talones; y veo cómo la luz comienza a dibujar poco a poco el paisaje a mi alrededor.