jueves, 27 de noviembre de 2014

Río Moros y puerto de Pasapán

Quería hacer una salida larga, pero como la niebla cubría las cumbres me pareció mejor correr por la parte baja. Y para eso nada mejor que hacer un recorrido por uno de los valles más bonitos y tranquilos de la sierra.

Las nubes fueron bajando y subiendo durante toda la mañana, así que había momentos en los que corría por debajo de la ellas y otras en las que me metía de lleno en una niebla cerrada, lo que siempre te hace perder las referencias del terreno.

La bajada hacia el valle me permitió ir entrando en calor y comenzar a disfrutar de lo que me rodearía a lo largo de todo el recorrido: bosques de pinos silvestres, con algunos arces y álamos vestidos de amarillo dispersos por en medio, praderas de un verde brillante, setas de todo tipo y condición, vacas rumiando la belleza del paisaje y soledad casi absoluta.

La idea era subir por la pista hasta el puerto de Pasapán, volver a bajar hasta los embalses del fondo del valle y regresar por el camino que serpentea por las faldas de la Peña del Águila y de la Peñota. Y el resultado fue más o menos lo previsto.

Tan sólo en la zona del puerto hubo un cambio no anticipado. Con la niebla me confundí de camino y subí por un cortafuegos sin salida. Como no quería dar la vuelta, seguí hacía la cima entre rocas y piornos, sabiendo que luego tan sólo tendría que bajar por la cuerda hasta el puerto.

Lo bueno es que llegue al final al collado de Pasapán. Lo malo es que con tantas retamas, piornos y enebros rastreros es imposible correr, y tuve que ir serpenteando entre los pasos abiertos por el ganado. Y encima, la niebla me impidió disfrutar de las vistas.

Desde el puerto comenzaba una larga bajada de regreso al valle en la que me crucé primero con una brigada de forestales acondicionando la pista, y luego con un grupo de militares de prácticas, con todo el equipo al hombro.

Los kilómetros y la subida a Pasapán me estaban pasando factura, así que me lo tomé con calma. De hecho, hubo un tramo largo en el que puse el piloto automático. Necesitaba conservar algo de fuerza para poder afrontar el último tramo de subida sin echarme a llorar. Por lo menos la experiencia sirve para gestionar las reservas e impedir que un recorrido tan bonito como este termine con un recuerdo desagradable.

40,12 km (24,93 millas)
1.449 m
4h 57 min (8,11 Km/h)

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