Tras una semana de lluvias ya venía bien una mañana soleada. Así que lo he festejado saliendo a una hora no demasiada tempranera con la intención de hacer un recorrido corto. Luego la cosa se ha alargado un poco más de lo previsto, porque ya no me acordaba de que el sendero que sube hasta el mirador de Peñaliendre daba tanto rodeo.
Nada más salir me he cruzado con un par de cazadores, con aviso incluido de que "eso de correr por el campo está prohibido". Parece que a algunos les das una escopeta y se les funden las cuatro neuronas que tienen.
La subida me la he tomado con calma, porque todavía tenía el desayuno ocupando espacio. Además, en cuanto el sendero empieza a encajonarse a la sombra de la loma del Cuchillar, los charcos se han transformado en verdaderos arroyos y he tratado durante un rato de esquivarlos dando rodeos o saltando de piedra en piedra. Hasta que me he declarado vencido y me he metido de lleno en el agua.
Siempre cometo el mismo error cuando el campo está así de encharcado. Tratando de evitar lo inevitable, terminas agobiado dando saltitos como una rana. Así que lo mejor es sacar al niño de cuatro años que todos llevamos dentro (escondido entre los michelines) y chapotear a gusto.
En la parte alta del recorrido me he cruzado con un jabalí y unos bandos de perdices que los cazadores no han sabido ver. Además, había muchos rabilargos, pinzones y carboneros piando como locos y disfrutando del sol casi tanto como yo. A ver si hay suerte y vienen unos días de frío y cielos despejados, para saludar al invierno que se avecina.
19,01 km (11,81 millas)
513 m
2h 08 min (8,91 Km/h)
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