Llevaba tanto tiempo sin correr de noche que ya casi no me acordaba de cómo era. A pesar de que la Luna ayudaba bastante a ver el camino, lo cierto es que hay que estar acostumbrado a distinguir las piedras y a reconocer los cambios de dirección. Por eso lo mejor es conocer bien el recorrido antes de lanzarse a triscar por el monte a oscuras.
En esta ocasión elegí un camino relativamente fácil. Al menos para hacerlo de día. Lo único malo es que la bajada desde las Viñas se hace un pelín complicada por las grandes posibilidades que hay de torcerse un tobillo en cuanto metemos la directa. Es lo que tienen los senderos de cabras llenos de piedras y arenales.
Por lo demás, nada destacable. Ni tuve compañía animal, ni la Luna daba tanta luz como para disfrutar de verdad del paisaje. Eso sí, como se notaba la bajada de temperaturas me puse unos guantes y la camiseta de manga larga. Que más vale sudar un poco que volver congelado.
15,06 km (9,36 millas)
353 m
1h 34 min (9,61 Km/h)
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