No sé cuánto aguantará todavía este tiempo de cielos despejados, noches frías y sol diurno. Pero por si acaso vuelven pronto las lluvias y el viento, estoy aprovechando para correr con el calorcito del mediodía todo lo que puedo. En este caso otra vez por la sierra de Hoyo, hasta el pico del Águila y volviendo por la Berzosa.
Subiendo a la sierra vi a varios buitres que tomaban el sol posados en uno de los Picazos. Luego alguno de esos mismos buitres (o uno de sus primos) volaron a pocos metros sobre mi cabeza cerca de la Silla del Diablo. Debía costarles tomar altura a pesar del calorcillo que daba el sol.
Con este tiempo se nota mucho la diferencia entre las umbrías y las solanas. Las primeras tienen en algunos sitios de la sierra una capa de escarcha que ya se ha convertido en hielo perpetuo. En las segundas correr es un gusto. Menos en los sitios en los que el calorcillo convierte los caminos en un barrizal.
La bajada la hice por la empinada canal que desciende directamente desde el pico del Águila hacia las urbanizaciones. Luego para volver tan sólo tenía que seguir el antiguo camino de Villalba. Pero en la Berzosa, y para aprovechar más el buen tiempo, me desvié un poco hacia el pinar de Aguirre.
Al final me salió una vuelta un poco más larga de lo previsto. Pero que ya viene bien para quemar un poco los excesos que nos están dejando en el cuerpo todas estas comidas navideñas.
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