Distancia: 23 km.El Manzanares es un río muy maltratado, y que a cualquier madrileño le cuesta imaginar como un lugar agradable para dar un paseo. A los pocos kilómetros de nacer, sus aguas son retenidas en un embalse (el de Santillana). Y lo que baja desde esa presa ya es agua corrompida, que irá empeorando a su paso por la capital hasta que desemboca en el Jarama.
Desnivel positivo: 685 m.
Tipo de terreno: senderos no siempre bien marcados en el descenso del Manzanares y pistas por la orilla contraria.
Dificultad: alta. Las pistas son muy fáciles, pero los senderos y trochas son un continuo sube y baja, con muchas piedras y arena suelta.
Agua: No hay ninguna fuente en todo el camino, y de los arroyos o el Manzanares es mejor no beber.
Pero a pesar de que su escasa longitud (menos de 100 kilómetros), y de que su caudal apenas lo convierte en río ("Como Alcalá y Salamanca tenéis, y no sois colegio, vacaciones en verano y curso sólo en invierno". Tirso de Molina dixit), el Manzanares esconde un tramo relativamente vistoso y desconocido.
Entre el puente del Batán y el puente de la Marmota, el río se encañona para salvar un desnivel de unos 200 metros. Es esta una zona relativamente silvestre y alejada del mundanal ruido, por la que merece la pena pasar dos o tres horas corriendo.
La salida propuesta es desde un parking que hay en la carretera que une Colmenar con Hoyo (M-618). Desde ahí lo mejor es empezar a correr por la pista que en dirección norte llega hasta el puente del Batán. Para cruzarlo primero hay que pasar por debajo del viaducto de la carretera y luego volver para coger el sendero que acompañará al río en su descenso.
Este sendero va serpenteando con continuas subidas y bajadas, algunas de ellas realmente pronunciadas. Entre esto y que el suelo esta lleno de piedras y zonas de arena suelta, hay que tener mucha precaución.
A mitad de bajada se pasa por una pequeña presa y al lado del puente del Grajal (cruzando la carretera) y se sigue por la conducción de agua. Más tarde, en el arroyo de Navarrosillos, donde hay un sifón en las tuberías, el camino baja abruptamente hasta la altura del Manzanares para luego volver a remontar en una subida corta pero dura.
El sendero termina en el puente de la Marmota, por el que se cruza el río para alcanzar al cabo de un kilómetro la pista que nos llevará de vuelta al parking. En esta parte se pueden aprovechar las fuerzas que hayamos guardado para correr con un poco más de facilidad.
El recorrido realmente merece la pena, sobre todo para descubrir la cara más oculta y agradable de un río de mala fama. Lo único que hay que tener en cuenta es que debido a la falta de agua y de sombra es mejor evitarlo en verano.
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