Esta semana estamos pudiendo disfrutar de unos días sin nubes, con el cielo de color azul metálico y la atmósfera trasparente. El sol de invierno ya no sube casi sobre el horizonte, pero calienta un poco en las laderas meridionales de la sierra (aunque deja los valles más cerrados y orientados al norte condenados a una sombra continua).
Correr por el campo en estas condiciones es lo mejor para el cuerpo y para el espíritu. Así que, aprovechando estos momentos de bonanza, decidí volver al valle de la Jarosa, que todavía hay unos cuantos rincones y caminos por los que no he pasado. La idea era darle la vuelta a todo el valle, sin llegar a subir a la cuerda. Y, si la cosa no se daba mal, podía hasta pasar al valle de Cuelgamuros.
Nada más empezar el camino me salieron al paso una pareja de ciervos. Lo normal en estos casos es poder verles tan sólo el trasero mientras huyen dando saltos entre los árboles. Pero en este caso los dos se quedaron parados mirándome a unos cincuenta metros, con más curiosidad que miedo.
Quizás estén más acostumbrados a ver gente los sábados o domingos. Pero entre semana se les debía hacer raro tenerme por compañía. Y raro debía ser, porque en todo el recorrido tan sólo me crucé con algún paseante en la parte baja del embalse de la Jarosa.
Por la parte alta, las vistas a primera hora de la mañana eran espectaculares. Entre los árboles se veían manchas de nieve que tardaran en derretirse. Además, el suelo estaba duro y helado. Lo único malo de este recorrido es que va siempre por pista, y se echa de menos un senderillo más asilvestrado.
Al final pude pasar hasta Cuelgamuros (más vacío si cabe que la Jarosa) antes de volver a la zona del embalse en la que había dejado el coche. Una salida perfecta y tranquila en la que apetecía ir despacito para disfrutar mejor del paisaje.
20,29 km (12,61 millas)
752 m
2h 17 min (8,89 Km/h)
No hay comentarios :
Publicar un comentario