Después de un fin de semana de lluvias, el campo empieza a estar empapado. Así que he vuelto a hacer el recorrido de las cascadas, para comprobar si baja ya suficiente agua. Por el camino he tenido que estar sorteando charcos todo el rato y, aunque todavía no asustan, las cascadas ya han cogido cuerpo.
El recorrido es de los más facilitos, pero hoy tenía el día cansino. He ido al trotecillo lento desde el principio, a ver si se me pasaba la murria. Pero ni siquiera cuando ha salido el sol me he puesto a correr más rápido. Hay momentos en los que apetece salir por patas, aunque llueva o truene, y otros en los que el cuerpo nos pide tomárnoslo con calma. Así que con calma me lo he tomado.
Lo bueno es que a ese ritmo despacito y facilón se aprecia mejor el campo. Y, como todavía no ha llegado el frío, está la hierba verde y rozagante con tanta agua. Las jaras siguen oliendo a campo y las piedras lucen sus mejores galas cubiertas de musgo. Incluso hay árboles que aguantan todavía con las hojas amarillas colgadas de sus ramas.
Con ganas o sin ellas, es mejor salir ahora a correr. Que el invierno está a la vuelta de la esquina y vendrá con esos vientos fríos que son los que de verdad hacen difícil disfrutar del paisaje. Sobre todo porque a veces no se puede ni abrir los ojos.
14,24 km (8,85 millas)
315 m
1h 33 min (9,19 Km/h)
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