domingo, 14 de diciembre de 2014

Abantos

El último día de la semana antes de que llegaran de nuevo las lluvias y el mal tiempo lo aproveché para sacarme una espinita que tenía clavada. La última vez que vine a Abantos me había perdido en medio de la niebla. Y me había perdido, además, el paisaje y las vistas que se pueden disfrutar según se sube por esta cara de la montaña. Así que era cosa de disfrutar de una mañana soleada.

Esta vez cogí el sendero que no había sabido ver hace unas semanas. Y luego aproveché la pista que serpentea por el valle de Cuelgamuros para coger altura. Lo que me vino mejor que la otra vez, que había tirado directo hacia arriba por un cortafuegos a las primeras de cambio.

Desde el momento en que me desvié por el sendero, ya no me crucé con nadie durante toda la subida. Tan sólo vi unos cuantos bichos. Primero dos buitres que estaban posados en un enorme pino, y que salieron volando en cuanto me vieron. Luego dos arrendajos graznando como locos (haciendo una vez más honor a su nombre en latín). Y, poco después, dos corzos que salieron pegando saltos en medio del bosque y que se pararon a mirarme desde una prudencial distancia.

Al final, este juego de las parejas lo rompió otro corzo que se cruzó en mi camino corriendo como una gacela. En la segunda parte del recorrido, los animales con los que me crucé venían en hilera y tenían dos patas. El caso es que desde la cumbre de Abantos me fui cruzando según bajaba por el sendero del GR-10 con un montón de gente con mochila que estaban participando en una especie de prueba.

Yo les abandoné al llegar a la pista alta que recorre las faldas de Abantos. Ya sólo me quedaba un tramo horizontal y luego disfrutar del calorcillo del sol bajando por el tramo de las 13 curvas hasta llegar a la zona del hospital y la Fuente Nueva, donde había dejado el coche.

22,76 km (14,14 millas)
1.145 m
2h 17 min (8,53 Km/h)

No hay comentarios :

Publicar un comentario